sábado, 10 de abril de 2010

El código de la comunicación.

Otra vez de nuevo en Madrid. Cada año me sucede lo mismo cuando vuelvo de Galicia. No importa el tiempo que esté allí, ya sea un mes entero o una simple semana, pues siempre cuando regreso, se me escapan expresiones típicas de allí, que aquí nadie emplea y por tanto escuchan sorprendidos. Esto me ocurre porque cuando llego a Galicia, instantáneamente, comienzo a hablar gallego. No soy capaz de contestar a alguien que me habla en gallego, en castellano, y eso que lo he intentado en numerosas ocasiones. Por eso, a mi regreso, se me escapan expresiones gallegas que, por su uso mecánico, o me cuestan traducir al castellano, o no existe en castellano una palabra para la traducción exacta, o simplemente las uso en gallego castellanizado.
Por ejemplo, los gallegos utilizan la palabra "berrar" para decir “gritar” o “regañar”. Cuando usas este término referido a personas es muy sencillo traducirlo directamente (Gallego: Miña irmá berraba tanto que non me deixaba dormir - Castellano: Mi hermana gritaba tanto que no me dejaba dormir); pero para referirse a un animal no es tan sencillo, pues no puede decirse que un gato, por ejemplo, “grite”, lo más parecido sería que “maúlla” pero no tiene exactamente el mismo sentido, porque el maullido no tiene porqué ser un grito. Así que cuando digo que mi gato “berraba moito” (“gritaba” mucho), la gente me mira sorprendida, y no entiende mi expresión.
Por otra parte están esas expresiones o frases hechas del gallego, que se usan tan cotidianamente, que al llegar a Madrid uso sin darme cuenta, pero en castellano. Son expresiones como, “¡Bo!” (Gallego: ¡Bo! - Castellano: ¡Venga ya!), “no me rompas la cabeza” (Gallego: non me rompas a cabeza - Castellano: déjame de paz), “no me tolees” (Gallego: Non me tolees - Castellano: No me vuelvas loca). Otra frase muy típica es: “Vamos a tutar”, utilizada normalmente para hablar con niños pequeños, pero que los adultos también han acabado por aceptar en su repertorio cotidiano, y que significa, vamos a dormir.
De tanto usar estas expresiones, pasan a formar parte de mi repertorio habitual y las empleo indistintamente con gallegos o con cualquier otra persona, sin pararme a pensar si el receptor entenderá correctamente mi mensaje. Pero esto no sólo me ocurre a mí, sino que somos muchos los que, en ocasiones, no tenemos en cuenta lo necesario que es, que tanto el emisor como el receptor, empleen el mismo código, en sus conversaciones, para que haya una comprensión real del mensaje.